SÉMATA, Ciencias Sociais e Humanidades, 2014, vol. 26: 271-293
Franciscanismo seglar y propaganda en la
Península Ibérica y ultramar durante la Edad Moderna
ALFREDO MARTÍN GARCÍA
Universidad de León
Resumen
Este trabajo analiza la importancia desempeñada por la imprenta en el proceso de propagación del
modo de vida franciscano secular en la Península Ibérica y América durante la Edad Moderna. Analizando la evolución de la producción impresa y sus características internas se observa un paralelismo entre el crecimiento del movimiento desde principios del siglo XVII en adelante y el aumento
de las publicaciones. Si el siglo XVIII constituye el momento álgido de esa producción, la primera
mitad del siglo XIX trae consigo un período de decadencia. En cuanto a la temática, se observa un
predominio de las obras que contienen la regla y otros textos normativos, seguido por los sermones
y oraciones fúnebres, las recopilaciones de privilegios y las obras devocionales y vidas de santos.
Palabras clave: Orden Tercera Secular, Edad Moderna, España, Portugal, América.
Abstract
This research analyzes the importance of printing in the spread of secular Franciscan way of life
in the Iberian Peninsula during the Early Modern Age. Analysing the evolution of print production
and its internal characteristics, we see a parallel between the growth of the movement and the rise
of publications, from the early 17th century. The 18th century is the height of all that production
and the first half of the nineteenth century, a period of decline. With regard to issues of publications,
printed works that predominate are those who talk about the rule and other legal texts, followed by
the sermons and funeral prayers, the collections of privileges, the devotional works and the lives of
the saints of the order.
Keywords: Third Order Secular, Modern Age, Spain, Portugal, America.
Recibido: 15-06-2014. Aceptado: 10-07-2014.
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durante la Edad Moderna
LA IMPRENTA AL SERVICIO DE LA TERCERA ORDEN
Nuestro conocimiento de la cuestión terciaria ha mejorado sensiblemente en los últimos años merced a la aparición de una serie de trabajos que han analizado el fenómeno
franciscano seglar desde diferentes realidades territoriales1. No hay duda pues de que se
ha avanzado, pero aun así continúa resultando imprescindible acometer un análisis de
conjunto que nos ayude a evaluar el fenómeno en todas sus dimensiones –social, económica, religiosa, artística…– tanto en los territorios peninsulares como en sus colonias.
El trabajo que presentamos pretende ser un primer paso en esa dirección. El objetivo
planteado es calibrar la huella dejada por el movimiento franciscano seglar en la imprenta
durante los siglos de la Edad Moderna. Se trata de una cuestión de especial importancia,
puesto que el libro, como agente de circulación de las ideas, es un instrumento de análisis
sumamente interesante para estudiar las dinámicas del movimiento terciario, su posición
en la sociedad y dentro de la Iglesia, sus transformaciones, sus principales características
internas, etc.2
Este estudio se inicia partiendo de un enfoque cuantitativo, que busca localizar todas las obras de temática terciaria en un marco espacial y temporal determinado: los territorios españoles y portugueses a los dos lados del océano entre 1600 y 1850. El marco
temporal viene dado por la inexistencia de obras específicamente terciarias durante el
1
2
En el caso español debemos mencionar los trabajos pioneros de Valentí Serra y Ofelia Rey, entre otros.
Por su parte en Portugal y Brasil, donde el movimiento terciario fue especialmente poderoso, han aflorado
en los últimos años algunos estudios de caso y tesis doctorales. Sirva la bibliografía que presento como
mero punto de partida, dado que por las restricciones de espacio nos resulta imposible realizar una revisión
completa del estado de la cuestión. Serra de Manresa, V. «Els terciaris franciscans a l’epoca moderna
(segles XVII i XVIII)», Pedralbes. Revista de Història Moderna, 14, 1994, pp. 93-105; Rey Castelao, O.
«La orden tercera franciscana en el contexto del asociacionismo religioso gallego en el Antiguo Régimen:
La V.O.T. de la villa de Padrón», Archivo Ibero-americano, LIX, 232, 1999, pp. 3-47; Martín García, A.,
«Los franciscanos seglares en la Corona de Castilla durante el Antiguo Régimen», Hispania Sacra, 57,
2005, pp. 441-466; Lobo de Araújo, M.M., «Vestidos de cinzento: os irmãos terceiros franciscanos de
Vila Viçosa a través dos estatutos de 1686», Callipole. Revista de Cultura, 12, 2004, pp. 47-60; Rêgo,
C., De Jesus, E. y Amorim, I., «Uma confraria urbana à sombra de um espaço conventual: os irmãos da
Ordem Terceira de S. Francisco: espiritualidade e sociabilidade : (1633-1720; 1699-1730), in I. Amorim,
Osswald, H. y Polonia, A. (Eds.), Em torno dos espaços religiosos. Monásticos e eclesiásticos. Actas do
colóquio de homenagem a Frei Geraldo Coelho Dias, Oporto, 2005, pp. 135-154.
Rey Castelao, O., Libros y lecturas en Galicia. Siglos XVI-XIX, Santiago, 2003, pp. 77-78. Trabajos
como los de la propia profesora Rey Castelao, Bartolomé Martínez, Betrán Moya, Blanco Fernández o
Bouza, entre otros, han desechado el viejo tópico de una Reforma Católica poco interesada en el papel
difusor de la imprenta. Bartolomé Martínez, B. «Las librerías e imprentas de los jesuitas (1540-1767).
Una aportación notable a la cultura española», Hispania Sacra, 81, 1988, pp. 315-388; Bouza, F., «Leer
para creer. Religión y cultura del libro en la Edad Moderna», in Cortés Peña, A.L. (Coord.), Historia del
cristianismo III. El mundo moderno, Madrid, 2006 pp. 637-680; Betrán Moya, J.L y Blanco Fernández,
C., «La imprenta y el libro religioso en la Cataluña de los siglos XVI y XVII», in Castellano, J.L. y
López-Guadalupe Muñoz, M.L. (Coords.), Homenaje a Antonio Domínguez Ortiz, Granada, 2008, Vol.
I, pp. 83-104; Betrán Moya, J.L. «El bonete y la pluma. La producción impresa de los autores jesuitas
españoles durante los siglos XVI y XVII», in Betrán Moya, J.L. (Coord.), La Compañía de Jesús y su
proyección mediática en el mundo hispánico durante la Edad Moderna, Madrid, 2010, pp. 23-76.
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siglo XVI, fruto del estado de decadencia que padecía el movimiento por entonces. Una
vez localizados los impresos se acomete el segundo nivel de análisis, ya desde una perspectiva cualitativa, puesto que el inventario de títulos no adquiere un significado pleno si
no analizamos las ideas que en ellos se reflejan y su relación con las propias dinámicas y
características internas del mundo terciario.
A la hora de acometer la localización de las obras hemos de reconocer que los
avances de los últimos tiempos han jugado a nuestro favor. La existencia de eficaces herramientas de rastreo en la red ha facilitado enormemente nuestro trabajo. Páginas como
las del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español, las de las bibliotecas
nacionales de España, Portugal y el resto de países latinoamericanos, la de la biblioteca
virtual europea, las bibliotecas virtuales de diferentes instituciones –comunidades autónomas, universidades…– o el propio buscador de libros de Google, entre otros, han sido
enormemente útiles, no sólo para la tarea de elaborar una base de datos de las obras terciarias, sino también para poder acceder a su lectura, dado que, la gran mayoría de ellas
se hallan colgadas en la red. De todos modos, no todas las obras han aparecido merced
a estos instrumentos innovadores; en torno a un 20% han sido localizadas merced a las
menciones que de ellas se hacía en otros libros, o gracias a las referencias extraídas de
catálogos clásicos, como los de Palau y Dulcet o Aguilar Piñal, entre otros3.
Siguiendo estos criterios hemos catalogado un total de 275 obras. La gran mayoría
de ellas, en concreto un 66,2%, fueron impresas en España, frente a un 15,2% que se
publicaron por vez primera en Portugal y un 18,6% en los territorios ultramarinos, entendiendo éstos no sólo las colonias españolas y portuguesas en América, sino también las
asiáticas4. Esta preeminencia hispánica se mantiene, con leves diferencias porcentuales,
si hacemos el análisis sobre la base de toda la producción impresa, es decir, considerando
también las reediciones. De las 374 obras localizadas, el 64,6% vieron la luz en las Coronas de Castilla y Aragón, frente al 13% portugués y al 22,4% de los territorios coloniales.
Si bien para el caso español y luso, la producción localizada se aproxima bastante a la realidad de la época, puesto que los catálogos empleados son muy fiables, nuestra impresión
es que para el caso ultramarino los porcentajes de ocultación son mayores, por lo que es
necesario tomar los datos con mayor cautela. No obstante, el volumen de obras localizadas, nos ofrece un interesante panorama de las relaciones existentes entre la imprenta y el
desarrollo de la tercera orden.
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN IMPRESA TERCIARIA
Comenzaremos por el análisis evolutivo de esta apreciable producción. Hemos
agrupado por décadas las obras localizadas, incluidas las reimpresiones, comenzando en
3
4
Palau y Dulcet, A., Manual del librero Hispanoamericano, Barcelona 1948-1987, 35 vols.; Aguilar
Piñal, F., Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII. Madrid 1981-2002, 10 vols.
Hemos localizado siete obras impresas en Filipinas.
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1600 y concluyendo en 1850, a fin de facilitar la lectura de las fluctuaciones que se pudieran desarrollar a lo largo del espacio temporal objeto de estudio (Gráfico 1). En general
se puede decir que se hallan evidentes conexiones entre la actividad de la imprenta y la
propia dinámica del movimiento tercero a lo largo de los siglos de la Edad Moderna.
En efecto, hemos comprobado la inexistencia de obras de temática terciaria para el siglo XVI, centuria que corresponde con un período de decadencia cuando no de práctica
desaparición del movimiento. No olvidemos que aquellos tiempos fueron especialmente
difíciles para la tercera orden, por la falta de amparo que tuvo por parte de la primera. Esta
distancia entre frailes franciscanos y seglares se explica por varios motivos: en primer lugar, la complejidad del proceso de reforma que estaba viviendo entonces el franciscanismo peninsular, en segundo por las tensiones entre los terceros y los religiosos, provocadas
por las resistencias de los seglares al control por parte de los frailes y, finalmente, por la
deriva herética de algunos de sus componentes5. La decisión de la Congregación General
de 1583 de prohibir a los prelados de la primera orden conceder el hábito tercero a ningún
hombre o mujer, refleja de una manera evidente este distanciamiento6.
Gráfico nº 1. Evolución de las obras impresas de temática terciaria
(1600-1850)
40
35
30
25
20
15
10
5
0
1840-1850
1830-1839
1820-1829
1810-1819
1800-1809
1790-1799
1780-1789
1770-1779
1760-1769
1750-1759
1740-1749
1730-1739
1720-1729
1710-1719
1700-1709
1690-1699
1680-1689
1670-1679
1660-1669
1650-1659
1640-1649
1630-1639
1620-1629
1610-1619
1600-1609
De todas formas, no todo fue oscuridad en el siglo XVI; en la famosa crónica de
los frailes menores, escrita por Fray Marcos de Lisboa, cronista de la orden y más tarde
obispo de Oporto, se comienza a dar un trato diferenciado a los terceros, tanto en lo que
5
6
García Oro, J. «La reforma de las órdenes religiosas en los siglos XV y XVI», in R. García-Villoslada
(Dir.), Historia de la Iglesia en España, Madrid 1980, Vol. III-1º pp. 211-349; Márquez, A., Los
alumbrados. Orígenes y filosofía (1525-1559), Madrid, 1980, p. 64.
Salazar, P. de, Crónica y historia de la fundación y progresso de la Provincia de Castilla de la Orden del
bienaventurado Padre San Francisco, Madrid 1612, p. 388.
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atañe a las referencias históricas que se ofrecen del movimiento como a la importancia
que se da a algunos de sus principales santos7. Este interés, sin duda, influirá en autores
posteriores, teniendo en cuenta la amplia difusión con la que contará esta obra, con más
de ochenta reediciones por toda Europa8.
A pesar de esos antecedentes, no hay duda de que la producción impresa tercera
está íntimamente relacionada con el resurgir del movimiento a comienzos del siglo XVII.
Este tipo de obras tenían un mercado concreto que era, en la mayoría de las ocasiones,
los propios terciarios, por lo que su demanda aumentaba en función de la extensión de
las fraternidades franciscanas seculares por toda la Península Ibérica o por las posesiones
ultramarinas. El fin del proceso reformista dentro de la primera orden y el impacto de
las disposiciones tridentinas abonaron el campo para el desarrollo de una intensa labor
pastoral por parte de los frailes que fructificó en la extensión del fenómeno tercero. Los
primeros pasos al respecto se produjeron en 1606, cuando el comisario general de la
familia cismontana, Fray Pedro González de Mendoza, ordenó que se predicase la regla
de la tercera orden por toda la Corona de Castilla, a semejanza de lo que ocurría ya en
Aragón. Estas medidas las respaldaron y continuaron en años posteriores Fray Arcángel
de Mesina o Fray Bernardino de Sena9.
La labor predicadora de los franciscanos fue pues vital para el desarrollo y afianzamiento del movimiento, pero no hay duda que en ese proceso la imprenta actuó como
una firme aliada. Y es que esta restauración del modo de vida tercero trajo consigo un
cambio sustancial; si en épocas pretéritas los frailes solían limitarse a conceder hábitos de
manera individual, en estos nuevos tiempos, no abandonando ni mucho menos esta práctica, trataron de crear comunidades de terciarios. Este cambio de actitud está íntimamente
relacionado con la potenciación de las asociaciones religiosas seglares que trajo consigo
la reforma tridentina. La nueva política produjo pronto importantes frutos: en la primera
década del siglo XVII aparecieron las primeras fraternidades de la Corona de Castilla,
destacando de entre ellas la de la Villa y Corte, fundada en 160910. Poco tiempo después,
sucedía lo propio en el vecino reino de Portugal, en aquellos tiempos bajo el dominio de
7
8
9
10
Lisboa, M. de, Primeira parte das Chronicas da orden dos frades Menores do Seraphico Padre Sam
Francisco, seu instituidor & primeiro ministro general, Lisboa 1557.
La primera parte de las crónicas de Fr. Marcos de Lisboa vio la luz en Lisboa en 1557, apareciendo
tres años después la primera edición en castellano. La segunda parte de la obra, en la que ya figuran
abundantes referencias a la tercera orden, será publicada en 1562 también en Lisboa.
Carrillo, J. de, Primera parte de la Historia de la Tercera Orden de Nuestro Seraphico P. S. Francisco,
Zaragoza 1610, pp. 27-28; Díaz de San Buenaventura, F., Primera parte del espejo seráfico, destierro de
ignorancias y antorcha contra las últimas dudas que descubrió el discurso: Sacada a vista del mundo
para los insignes penitentes hijos de la esclarecida, siempre venerada y no menos que Seráfica Orden
Tercera del Serafín llagado de la Iglesia nuestro Glorioso P. y Patriarca San Francisco, Santiago 1683,
p. 271.
Sobre el desarrollo de la fraternidad madrileña Vid. Delgado Pavón, Mª. D., Reyes, nobles y burgueses
en auxilio de la pobreza (La Venerable Orden Tercera Seglar de San Francisco en el siglo XVII), Alcalá
2009.
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la monarquía hispánica, naciendo en 1615 la fraternidad de Lisboa11. Desde esos centros
de difusión, el modo de vida terciario se fue extendiendo rápidamente, no sólo por los
territorios peninsulares sino también por las colonias.
La necesidad de regular internamente la vida en las fraternidades propició la aparición de un número considerable de publicaciones en las que se solía incluir la primitiva
regla medieval de 1289 junto con ordenaciones generales o estatutos particulares que
venían a completar ese antiguo y excesivamente abstracto texto normativo. Además, la
intensificación de la vida religiosa que comportaba tomar el hábito tercero y la existencia
de una serie de prácticas devocionales específicas propició la generalización de publicaciones que ofrecían a los terciarios una guía para sus celebraciones y ejercicios o una
serie de modelos de santidad. A ello hay que añadir, en una sociedad sacralizada marcada
por una mentalidad contable, la necesidad de publicitar el modo de vida tercero como
vehículo de salvación, atendiendo a los múltiples privilegios e indulgencias acumulados.
En esta misma línea, los privilegios temporales y, sobre todo, espirituales situaban a la
Venerable Orden Tercera de San Francisco en una posición ventajosa en comparación
con otras asociaciones seculares, ya fueran cofradías, hermandades o terceras órdenes
vinculadas a otras religiones –dominicos, carmelitas, mercedarios, servitas…–. La lucha
por el mantenimiento de ese status privilegiado frente a su cuestionamiento se dirimió,
fundamentalmente en los tribunales, pero también a través de la imprenta.
En consecuencia, el despertar del movimiento terciario secular trajo consigo el desarrollo de una producción impresa que sirvió para publicitar ese modo de vida, para
regular su funcionamiento interno o para defenderse de las agresiones de otros movimientos similares. Por otro lado, hay otro aspecto que no debemos desdeñar a la hora
de entender la importancia de estas publicaciones: el carácter universal de la orden. No
estamos ante una mera cofradía restringida a un determinado espacio territorial. La regla
de la tercera orden era común para todos sus hermanos, habitasen en la Corona de Castilla, en Portugal, en el Gran Ducado de Toscana, en el reino del Perú o en Filipinas, por
poner algunos ejemplos más o menos distantes. A todos ellos les unía unos mismos ritos
de entrada y profesión, un mismo ideario, un mismo hábito y una serie de reconocimientos temporales y espirituales. En consecuencia, cualquier hermano que, por la cuestión
que fuere, abandonaba el lugar donde había abrazado el modo de vida franciscano, tenía
ocasión de continuarlo en el caso, bastante probable, de que en el nuevo lugar de residencia existiese una fraternidad. Ese carácter universal y la necesidad de mantener unas
pautas de comportamiento semejantes en lo esencial, con las inevitables variantes locales,
hacían especialmente interesante el desarrollo de publicaciones que ayudasen a reforzar
tales vínculos.
Esas razones explican el despegue de las obras de temática terciaria a comienzos del
siglo XVII. Si durante la primera década de la centuria la producción impresa es todavía
modesta, en el segundo decenio asistimos a un despegue realmente importante, al socaire
11
Ribeiro, B., Os terceiros franciscanos portugueses. Sete séculos da súa história, Braga 1952, p. 52.
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de las ya mencionadas medidas de estímulo desarrolladas por los prelados de la primera
orden. En efecto, durante esos diez años se publican dieciséis obras; más de una por año.
El ritmo se contrae un poco durante el siguiente decenio, con once, pero sin disminuir en
exceso. Esa intensa actividad publicística provocó un parón en las décadas de los treinta
y cuarenta de la centuria como consecuencia de una cierta saturación de obras de esta temática. Sin embargo, a partir de los cincuenta, vuelve a tomar fuerza hasta alcanzar en los
noventa los mayores niveles seculares, con veintitrés publicaciones. La primera década
del siglo XVIII es también intensa en cuanto a actividad pues aunque no se alcanzan esas
cifras, se mantiene en unos valores altos, por encima de las quince. Esta estabilidad se
rompe entre 1710 y 1719, cuando la producción de libros se reduce considerablemente,
quizás de nuevo por la saturación de los años anteriores. Se trata, no obstante, de un freno
coyuntural pues en la década posterior se alcanzan las más altas cotas de todo el período,
con treinta y cuatro obras. Durante el resto del siglo, hasta los diez últimos años, la producción se mantiene en unos niveles altos, cayendo bruscamente en la década de los noventa, lo que marca un cambio de tendencia que enlaza con el siglo XIX. Ciertamente, en
la nueva centuria se observa una reducción en el ritmo impresor que se agudiza a partir de
la década de los treinta. Este comportamiento se puede poner en relación con la decadencia que vive el movimiento tercero durante este período, motivado por la difícil coyuntura
política y económica del momento así como por la incidencia de los procesos desamortizadores. En consecuencia, si la media anual de obras fue de 1,2 para el siglo XVII y 2,0
para el XVIII, durante esta etapa cae a los niveles más bajos del período con 1,0.
Obviamente este análisis evolutivo puede esconder diferencias en función de los
distintos ámbitos territoriales analizados. Por esa razón hemos realizado un estudio diferenciado, separando las obras que fueron impresas en España de las de Portugal o los
territorios de Ultramar (Gráfico 2). Dado que un número destacado de ellas fue publicado
en las Coronas de Castilla y Aragón, concretamente el 64,6%, se puede entender que existan evidentes coincidencias entre la dinámica general marcada en el análisis de conjunto y
el caso específico hispano. No obstante, existen algunas divergencias. La más importante
se produce en el siglo XVIII, observándose un adelanto en la caída de las publicaciones
desde la última década de la centuria a la de los ochenta. Asimismo, la recuperación de
comienzos del XIX es más fuerte, manteniéndose en niveles aceptables durante los tres
primeros decenios. En el caso portugués, también se aprecia una evolución semejante a
la global, si bien a unos niveles más modestos. Se constata igualmente un incremento de
la producción en la segunda mitad del siglo XVII en comparación con la primera y un
momento álgido que se corresponde con el XVIII, sobre todo en sus décadas centrales.
Sin embargo, parece que en el caso luso el cambio de tendencia se adelanta todavía más,
fijándose en la década de los setenta de esa centuria.
Finalmente, en lo que atañe al mundo ultramarino, se observa un comportamiento
algo retrasado con respecto a lo constatado para la Península Ibérica. Así, la presencia
de publicaciones terciarias durante la primera mitad del siglo XVII es meramente testimonial, teniendo que esperar a los últimos años de la centuria para constatar una cierta
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durante la Edad Moderna
actividad. De igual modo, el momento álgido de su producción impresa tiene lugar en la
década de los ochenta del XVIII, momento en el que tanto en España como en Portugal
ya se había iniciado una etapa recesiva. Esa situación lleva consigo que la caída de la
producción ultramarina se retrase a comienzos del nuevo siglo.
Gráfico nº 2. Producción en función del lugar de impresión
25
20
15
10
España
Portugal
1840-1850
1830-1839
1820-1829
1810-1819
1800-1809
1790-1799
1780-1789
1770-1779
1760-1769
1750-1759
1740-1749
1730-1739
1720-1729
1710-1719
1700-1709
1690-1699
1680-1689
1670-1679
1660-1669
1650-1659
1640-1649
1630-1639
1620-1629
1610-1619
0
1600-1609
5
Ultramar
Ya hemos podido comprobar como los principales responsables del renacimiento
de la tercera orden a comienzos del siglo XVII y de su posterior extensión territorial
y consolidación fueron los religiosos de la primera orden. Pues, a juzgar por los datos
obtenidos, parece que amén de predicar en el púlpito, por las calles o en las misiones populares las excelencias de la orden de penitencia, fueron también los principales autores
de los libros de temática tercera (Gráfico nº 3). El 78,2% de los autores conocidos eran
religiosos franciscanos, destacando de entre ellos de un modo abrumador los observantes,
que constituían el 64% del total12. No en vano, éstos fueron los principales impulsores
del resurgir tercero además de constituir en el caso peninsular la rama más importante,
cuantitativamente, del franciscanismo.
Algunos frailes menores observantes destacaron especialmente por su implicación
en esta campaña de difusión y defensa del modo de vida terciario y por el amplio alcance de sus obras. Es el caso del aragonés Fray Juan Carrillo que además de componer su
primer y segunda parte de la Historia de la Tercera Orden13, obra de gran importancia,
12
13
Hay un total de 66 obras en las que desconocemos su autor.
Carrillo, J., Primera parte de la Historia de la Tercera Orden de nuestro Seraphico P.S. Francisco...: va al
fin desta primera parte la historia del milagroso aparecimiento de la imagen de nuestra Señora del Monte
Santo, y la fundacion del... Monasterio de Monjas de la Tercera Orden... en el Reyno de Aragon, en las
Vaylias de Cantauieja, Zaragoza 1610; Carrillo, J., Segunda parte Historia de los santos y personas en
virtud y santidad illustres dela Tercera Orden del glorioso Padre San Francisco, Zaragoza, 1613.
279
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también redactó otras específicas de vidas de santos terceros como la de Santa Isabel,
reina de Portugal14. Su paisano Fray Antonio Arbiol15, fue a este respecto el autor más
relevante con su famosa obra «Los terceros Hijos del Humano Serafín», que contó desde
su publicación en 1697 con un importante número de reediciones16. Muy por detrás de
los observantes se encuentra la contribución de los capuchinos, con un 7% del total. Este
discreto porcentaje se explica por su tardía irrupción en la divulgación del ideario tercero,
en comparación con sus hermanos observantes, y por su menor importancia en cuanto a
presencia en el territorio. La producción capuchina se concentra en dos grandes frentes:
por un lado la divulgación de textos normativos –reglas, constituciones…– y, por otro, la
defensa de su derecho a repartir hábitos terceros a los seglares frente a la férrea oposición
de los observantes. De entre los autores capuchinos, no hay duda que el más prolífico e
importante fue Martín de Torrecilla, principal defensor de los derechos de su orden. Por
su parte, tanto descalzos como terciarios regulares desempeñaron al respecto un papel
secundario.
Gráfico nº 3: Autores de las obras de temática terciaria (1600-1850)
Terciarios seglares
14%
Capuchinos
7%
Observantes
64%
Descalzos
5%
Otros
5%
Sacerdotes
3%
Terciarios regulares
2%
14
15
16
Carrillo, J. La historia de Santa Isabel Infanta de Aragon y reyna de Portugal que escriuio el P.F. Iuan
Carrillo de la Orden de S. Francisco, Zaragoza, 1617.
Sobre la amplia y relevante obra de este autor Vid. Heerinckx, J., «Les écrits d’Antoine Arbiol»,
Archivum Franciscanum Historicum, 26, 1933, pp. 315-342; Hernández, P., «Notas de bibliografía
franciscana», Archivo Iberoamericano, XXI, 1924, pp. 65-95. Mucho más reciente e interesante es el
estudio preliminar que realiza Roberto Fernández Díaz en la reedición de la famosa obra del franciscano
«La familia regulada». Arbiol, A., La familia regulada (Facsímil de la edición de Zaragoza de 1739).
Estudio preliminar de Roberto Fernández, Zaragoza, 2000.
Arbiol, A., Los terceros hijos del humano serafin, la venerable y esclarecida orden tercera de nuestro
Serafico Patriarca S. Francisco: refiere sus gloriosos principios, regla, leyes, estatutos y sagrados
exercicios, sus grandes excelencias, indulgencias, y privilegios apostólicos ...: y las vidas ... de sus mas
principales Santos y Santas, Zaragoza 1697.
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Al margen ya de la importancia de los religiosos de la primera orden aparece un significativo número de autores terciarios seculares. Por lo general, no estamos en este caso
ante grandes obras desde el punto de vista intelectual, sino, fundamentalmente, de obrillas
devocionales, novenarios a algún santo de la orden y recopilaciones de indulgencias o de
la regla y constituciones. Finalmente, también algunos clérigos o incluso religiosos de
otras órdenes son los responsables de otras obras de pequeña entidad.
LAS CARACTERÍSTICAS DE LA PRODUCCIÓN IMPRESA TERCIARIA
Una vez estudiada la evolución de la producción impresa referida a la tercera orden,
el siguiente paso es analizar los principales temas abordados (Gráfico nº 4). No resulta
sencillo acometer una división temática de las localizadas puesto que, en no pocas ocasiones, responden a varios objetivos. Por ejemplo, son muy frecuentes los libros que amén de
recoger los principales textos normativos que regulan la vida terciaria, presentan también
una breve historia del movimiento, señalan los principales privilegios espirituales y temporales que gozan los hermanos, sugieren una serie de prácticas devocionales o incluso
incorporan una relación de santos y personajes relevantes que han tomado el hábito tercero. Siendo esto cierto, y tomando por tanto con reservas la división establecida, hemos
tratado de agrupar la producción impresa en ocho grandes grupos temáticos.
Gráfico nº 4. Contenidos temáticos de los libros terciarios (1600-1850)
Privilegios
16%
Prácticas
devocionales
15%
Polémicas
9%
Crónicas
1%
Otros
4%
Sermones y oraciones
fúnebres
17%
Regla y
constituciones
24%
Hagiografía
14%
El más importante, alcanzando un 24% de total, es el que engloba aquellas obras que
incluyen la regla de Nicolás IV (1289), a veces junto con las constituciones y estatutos
generales o particulares que se fueron aprobando durante los siglos de la Edad Moderna.
El carácter universal del modo de vida terciario y la necesidad que tenían los hermanos de
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la penitencia, de contar con la regla y el resto de textos complementarios para desarrollar
adecuadamente su modo de vida, explica esta preeminencia. No olvidemos que el viejo
texto medieval, un tanto abstracto, dejaba demasiados resquicios a la hora de organizar
la vida en fraternidad, por lo que fue necesario complementarlo con nuevas normas más
adecuadas a los tiempos. Las ordenaciones de Fray Bernardino de Sena (1629) o los estatutos generales de Fray Pedro Marino Sormano (1689) iban en esa línea. Asimismo, las
propias fraternidades locales podían poseer sus propias ordenanzas particulares, lo cual
fue relativamente frecuente, sobre todo entre aquellas más pujantes. Estas ordenanzas
trataban de adecuar el modo de vida tercero a las peculiaridades de la localidad donde
estaba ubicada, centrándose fundamentalmente en el desarrollo de determinadas prácticas
propias no incluidas en las normas generales.
Dentro de este apreciable conjunto de escritos, debemos hacer una distinción clara
entre aquellos que se limitan a exponer las bases legales que regulan el funcionamiento
interno de la orden y exponen las principales obligaciones de sus integrantes y aquellos
otros que van más allá, ofreciendo al lector una mayor información. Desde luego, cuantitativamente hablando, son más importantes los primeros, consistiendo en la mayoría de
los casos, en cartillas de unas pocas páginas o en librillos de pequeño formato que se podían distribuir fácilmente entre los terceros o entre aquellos otros seglares que estuviesen
interesados en conocer las peculiaridades del franciscanismo secular. Cumplían pues una
doble función: servir de apoyo a la labor pastoral desempeñada por los frailes menores
y ofrecer a aquellos que ya habían tomado el hábito unos sencillos apuntes que les sirvieran de guía en su vida cotidiana. Debido a ese doble objetivo, era normal que junto a
la regla se incluyese una breve relación de privilegios espirituales o incluso alguna que
otra práctica devocional. En muchas fraternidades estas pequeñas obras se entregaban a
los hermanos en la propia ceremonia de la profesión. Así hacían los franciscanos seglares
salmantinos durante el siglo XVIII, como ellos mismos señalaban en el prólogo de su
«Manual de Terceros Franciscos de Salamanca», publicado en aquella ciudad en 1792:
«La V.O.T. de Penitencia de N. P. S. Francisco de esta ciudad de Salamanca, reconociendo la utilidad que han experimentado sus hijos con el laudable método de entregarles quando profesan un libro, en que se les instruya de la santa Regla, de las obligaciones a que se ligan, exercicios que deben practicar y gracias espirituales que disfrutan;
ha acordado repetir la impresión, por haberse acabado la antigua»17.
La obra, compuesta por ciento noventa y cinco páginas en octavo, lo que facilitaba
su manejo, se iniciaba con la exposición de la regla nicolasiana. Junto a la misma se
adjuntaban una serie de informaciones sobre el modo de solicitar el hábito a la junta de
gobierno, los ritos de entrada y profesión o la celebración de los capítulos anuales. De
17
Manual de Terceros Franciscos de Salamanca, prácticas de su instituto y primer devoción del christiano,
Salamanca, 1792.
282
ALFREDO MARTÍN GARCÍA: Franciscanismo seglar y propaganda en la Península Ibérica y ultramar
durante la Edad Moderna
igual modo, se daba información sobre las indulgencias concedidas a los hermanos y la
manera de lograrlas. También se incorporaban una serie de oraciones propias así como las
instrucciones para el adecuado desarrollo de las tres prácticas devocionales más importantes para la fraternidad: el Vía-Crucis, el rezo de la Corona franciscana y los ejercicios
de disciplina. Finalmente, se ofrecía al lector el calendario de las principales festividades,
a fin de que recordase sus obligaciones para con la orden en esas fechas señaladas.
Este esquema, con leves variaciones, se repite en un número considerable de obras
que se imprimen desde comienzos del siglo XVII hasta mediados del XIX. En el prólogo
de la «Regla de la Tercera Orden de Penitencia» de Fray Miguel de Cano, el autor explicaba cómo había sido la junta de gobierno de la fraternidad de León la que le había animado,
como visitador que era de ella, para que elaborase un librito que contuviese la santa regla,
estatutos generales y ceremonial practicado en los ejercicios espirituales, funciones o
entierros, como acostumbraban a hacer «las terceras ordenes más principales» y acababa
de realizar nuevamente la de la ciudad de Oviedo18.
La circunstancia ya referida de la entrega de estas pequeñas obras a los hermanos
que tomaban el hábito –práctica que, por cierto, se sigue manteniendo en las fraternidades
terciarias de nuestros días– y su pequeño formato, que facilitaba su adquisición por los interesados ajenos a la orden, explica el importante número de reediciones que experimentaron. Sirva como ejemplo el caso de una obra de similares características, editada por los
terceros de Pamplona en 1732 y titulada «Regla de la orden, que para sus hijos Terceros
seglares instituyó San Francisco»19. Que tengamos constancia, desde esa fecha y hasta
1826 fue reeditada al menos ocho veces en diferentes localidades del entorno –Logroño,
Burgos, Vitoria o la propia Pamplona20–. En el caso portugués la práctica es semejante; la
«Regra dos Irmãos Seculares», obra que responde a las pautas de las anteriores, fue editada al menos cuatro veces a lo largo del siglo XVII21. En general, no consta la autoría de
estas pequeñas obras, que no dejan de ser meras compilaciones o resúmenes extraídos de
libros de mayor enjundia. También y dado que tienen como principal mercado los propios
miembros de la orden, suelen ser las fraternidades los que las costeaban, recuperando el
dinero invertido con las limosnas de entradas de los nuevos hermanos.
18
19
20
21
Cano, M., Regla de la Tercera Orden de Penitencia, que fundó el Seraphico Padre San Francisco para
los seglares de uno y otro sexo y de diversos estados que viven en sus casas, Valladolid, 1758 (fecha de
licencias).
Regla de la orden, que para sus hijos Terceros seglares instituyó San Francisco por revelación divina:
confirmada por Nicolao IV, con sus Estatutos Generales hechos por la Observancia, confirmados por
Inocencio XI, y un extracto de sus más especiales indulgencias: con los ejercicios del Via-Crucis, y
corona de Nuestra Señora, Pamplona, 1732.
La edición de Vitoria de 1818 se iniciaba con la patente del hermano que iba recibir el libro, firmada por
el padre visitador, el ministro, el secretario y con el sello de la fraternidad, muestra de que también estaba
destinada a entregar en la propia ceremonia de la profesión.
Desconocemos la primera edición. La segunda vio la luz en Lisboa en 1620. Regra dos Irmãos Seculares
da Santa, & Veneravel Ordem Terceira de penitencia, que instituio o Seraphico P.S. Francisco. E
ordenações geraes para o bõ governo da mesma Ordem, impressa segunda vez, a instancia do P.Fr.
Antonio de S. Luis diffinidor da S. provincia de Portugal..., Lisboa, 1620.
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283
Junto a esas publicaciones de carácter modesto, existieron otras más ambiciosas que
tenían por objeto ofrecer un sólido respaldo intelectual al movimiento terciario, dando
respuesta a los problemas a los que se podía enfrentar en su propia organización interna
o defendiéndolo de las críticas de otros sectores de la Iglesia. En este caso ya no estamos
hablando de obras de autor anónimo, sino que son los propios frailes menores, y en especial los observantes, sus principales protagonistas. La primera obra de esta naturaleza
que hemos localizado es la «Exposición de la Regla de los Hermanos Terceros» de Fray
Luis de Miranda, publicada en Salamanca en 160922. El libro comienza con una breve
referencia a los orígenes de la Tercera Orden, sosteniendo la directa participación de
San Francisco de Asís en su nacimiento. Pasa después a exponer la Regla de Nicolás
IV, prosiguiendo con la historia de la orden hasta comienzos del siglo XVI. Se trata,
obviamente, de una historia plagada de tópicos, exageraciones y episodios milagrosos
que buscaban potenciar su prestigio sobre la base del teórico respaldo dispensado por los
diferentes pontífices y de la existencia de un apreciable número de hombres y mujeres
que encontraron en el hábito terciario un fenomenal vehículo para alcanzar la santidad.
Otro aspecto destacado del libro de Fray Luis de Miranda es su defensa de los privilegios
espirituales con los que contaba la tercera orden, haciendo especial hincapié en el espinoso asunto de la supuesta obligación de pecado mortal en la que incurrían los hermanos
terceros al abrazar su regla. La polémica surgió en Toledo muy poco tiempo después de
que la primera orden, en el capítulo general de 1606 celebrado en la ciudad imperial,
resolviese propagar el modelo terciario por todos los rincones de la Corona de Castilla.
Ante la entusiasta recepción del mensaje en la propia ciudad, con la rápida creación de
una fraternidad, surgieron las primeras críticas. En palabras del cronista Fray Juan de
Carrillo detrás de las mismas estaba el propio diablo oculto «en capa de santidad y con
reboço de prudencia christiana y discrecion»23. Manera sutil de referirse a los dominicos,
que fueron los principales instigadores. Según ellos, no había camino más difícil para
alcanzar la santidad que la toma del hábito terciario puesto que consideraban que aquellos
que profesaban la regla franciscana estaban obligados a cumplir sin excusa alguna todos
los mandamientos y, por consiguiente «a nunca pecar mortalmente ni aun venialmente»,
puesto que en la ceremonia de profesión se comprometían a la estricta observancia de
los mismos. En consecuencia, San Francisco, al fundar la tercera orden, «puso laço a las
almas para llevarlas al infierno»24.
Esta acusación que hacía zozobrar peligrosamente un proyecto recién iniciado fue
rápidamente contestada por los frailes menores. Fray Pedro González de Mendoza, comisario general de la familia cismontana y uno de los primeros impulsores de la tercera
22
23
24
Miranda, L. de, Exposición de la Regla de los Hermanos Terceros, assi seglares como religiosos,
comúnmente llamados de la penitencia, de la Tercera Orden que instituyo y hizo nuestro G. P. S.
Francisco, Salamanca, 1609.
Carrillo, J. de, Op. cit., p. 573.
Guijón, A. Parte primera del Ramillete espiritual, para los terceros, cofrades, y devotos de nuestro P. S.
Francisco, Orihuela 1630, p. 29.
284
ALFREDO MARTÍN GARCÍA: Franciscanismo seglar y propaganda en la Península Ibérica y ultramar
durante la Edad Moderna
orden, movilizó rápidamente a los maestros y doctores de las universidades de Salamanca
y Alcalá y a prelados del prestigio de Fray Francisco de Sosa, obispo de Canarias, o Don
Alonso Castel Branco, obispo de Coimbra, para que rebatiesen ese argumento. Los expertos consultados consideraron que esa promesa de observancia, bajo la fórmula «prometo
a Dios», no se debía considerar un juramento sino más bien se debía identificar con un
«determino, propongo firmemente». La cuestión llegó hasta el Santo Oficio resolviéndose
a favor de las pretensiones terciarias. Sin embargo, la gravedad del asunto hizo que los
autores franciscanos no lo olvidaran, siendo frecuente hallar aclaraciones de esta cuestión
tanto en los más sesudos tratados como en las pequeñas cartillas y compilaciones25.
El esquema propuesto en su libro por Fray Luis de Miranda será repetido, con mayor
o menor brillantez, en los años posteriores por otros autores franciscanos. Pero, sin lugar a
dudas, la principal publicación de estas características es la compuesta por el famoso Fray
Antonio Arbiol y titulada «Los terceros hijos del Humano Serafín»26. Su éxito queda perfectamente reflejado en el importante número de reediciones en muy poco tiempo. Nueve
años después de su primera publicación, que tuvo lugar en Zaragoza en 1697, se volvía
a imprimir en la misma ciudad. La tercera edición llegará en 1714, la cuarta en 1724 y
la quinta en 174027. Todavía a comienzos del siglo XIX se seguía editando en América.
Su configuración interna resulta muy similar a la de Miranda o a la de otros autores
anteriores pero las supera en cuanto a la información de utilidad aportada. El libro de
Arbiol, amén de incluir la regla medieval de la tercera orden, la glosaba, tomando como
soporte la traducción al castellano de los estatutos generales, publicados en la ciudad de
Roma el año 1689 bajo los auspicios del general de la orden Fray Pedro Marino Sormano28. Además, el libro está repleto de reflexiones y consejos para establecer nuevas
fraternidades o fortalecer las ya existentes, además de ofrecer interesantes modelos para
la práctica de los ejercicios santos propios del instituto. También, una vez defendido el
carácter de orden del movimiento, da una relación pormenorizada de las principales excelencias que disfrutaban los hermanos y sus indulgencias. Finalmente, realizaba una relación de los santos de la orden, ofreciendo de cada uno de ellos un breve esbozo biográfico.
La apreciable y útil información que ofrecía Arbiol, unida al prestigio del autor y a
su innata capacidad didáctica, convirtieron al libro en muchas fraternidades, en la principal –cuando no única– fuente de consulta. La obra resultaba especialmente interesante
tanto a la hora de resolver dudas en cuanto a la organización interna de la comunidad
terciaria, como en lo que tenía que ver con el ceremonial religioso que debía desarrollar
a lo largo del calendario litúrgico. Cuando en marzo de 1743, los religiosos Fray Nicolás
25
26
27
28
Todavía en el último tercio del siglo XIX, la cuestión continuaba siendo abordada en los libros de
temática terciaria. Buldú, R., Manual de la Tercera Orden de nuestro seráfico Padre San Francisco de
Asís, Barcelona 1878, p. 91.
Arbiol, A., Op. cit.
Heerinckx, P. J., «Les écrits d´Antoine Arbiol», Archivum Franciscanum Historicum, 26, 1933, pp. 315342, pp. 319-321.
Los estatutos fueron publicados en latín bajo el título «Directorium Trium Ordinum».
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Pérez y Fray Francisco Saquero, procedentes del colegio seminario de San Francisco de
Sahagún, realizaban la visita a la fraternidad terciaria de Becerril de Campos (Palencia),
señalaban en uno de sus mandatos:
«(…) Compre el libro llamado Tercera Orden del venerable padre Arbiol, para que el
hermano ministro o el vice-ministro en las juntas lea despues de los ejercicios algun
capitulo o capitulos de la regla, donde logran todos y cada uno de los hermanos y hermanas quinientos y setenta dias de indulgencia, que equivalen a otros tantos dias de
ayuno, como da dicho en concesion del Sr. Clemente V»29.
El empleo del libro de Arbiol superó las fronteras de la Coronas de Castilla y Aragón, gozando también de una amplia aceptación en territorio portugués. En los estatutos
particulares de la fraternidad de Caminha de 1769, se especificaba que en los ejercicios
que organizaban los hermanos todos los domingos del tiempo de Adviento, debían seguir
en todo momento las indicaciones que señalaba el padre Arbiol en el capítulo XIII de
su obra30.
LA DEFENSA DE LOS PRIVILEGIOS DE LOS TERCEROS Y LAS
POLÉMICAS ENTRE LAS DIVERSAS RAMAS DEL FRANCISCANISMO
Los terciarios franciscanos durante la Época Moderna tenían a gala pertenecer a
algo más que a una mera cofradía: eran miembros de una orden reconocida por Roma. Por
ese motivo un porcentaje importante de las obras publicadas durante el período, un 16%,
estaban encaminadas a hacer notar ante la sociedad el carácter privilegiado de esa institución, ejemplificado en el papel preeminente que gozaban en las ceremonias públicas o en
el sinfin de gracias espirituales que recibían sus hermanos. Ciertamente, estas cuestiones
no fueron abordadas exclusivamente en estas obras; en la práctica totalidad de las recopilaciones anteriormente analizadas se reserva un apartado para la defensa del modo de
vida terciario, de su status dentro de la Iglesia y de sus múltiples privilegios espirituales.
Sin embargo, y dado que la cuestión no era para nada baladí, las propias fraternidades
terceras junto con la primera orden realizaron un importante esfuerzo para publicitarlos.
En muchas ocasiones se limitaron a sacar a la luz una serie obras de pequeño formato en
las que se hacía una breve relación de todas las indulgencias que disfrutaban.
Otras veces, algunas fraternidades que habían salido airosas de algún proceso contra
otras asociaciones religiosas seculares, en especial por las cuestiones de preeminencia
en las ceremonias públicas, sufragaban el coste de una pequeña publicación en la que
29
30
Ibañez, C., «La Venerable Orden Tercera de Becerril de Campos (Palencia)», Archivo Iberoamericano,
XI, 1951. pp. 191-258, p. 210.
Archivo Municipal de Caminha (A.M.C.), Estatuto da Ordem III da Penitencia de N.S.P.S. Francisco,
estabalecida em o convento de S. Antonio de Caminha, agora de novo reformados sendo commisario
visitador da mesma orden o M.R.P. Fr. Francisco Valentim da Cunha. Anno de 1769.
286
ALFREDO MARTÍN GARCÍA: Franciscanismo seglar y propaganda en la Península Ibérica y ultramar
durante la Edad Moderna
se reflejaba la sentencia favorable. Es lo que sucedió, por ejemplo, con los terciarios de
Cartagena en 169131. Más intensa fue la polémica en el caso malacitano. En 1776 los
terciarios dominicos de Málaga pretendieron preceder a los franciscanos en los cortejos
fúnebres. La causa se llevó al tribunal eclesiástico diocesano, dictaminando el vicario
general y provisor a favor de los franciscanos32. Contra los alegatos que durante el pleito
presentó la tercera orden dominicana, escribió Fray Francisco Muñoz su «Promptuario»
que apareció en 176833. Cinco años más tarde los predicadores reaccionaron publicando
el «Escrutinio», obra en la que se defendían las tesis de los terciarios dominicos y de la
que fue autor Fray Ignacio Torralba. Ante el cariz de los acontecimientos, los terciarios
acudieron en petición de auxilio al padre Antonio Esquivel, jubilado en Jerez. Éste escribió entonces su «Tercer aspecto» un alegato en favor de su hermano de orden que se
imprimió en 177834. La situación pareció calmarse en las siguientes décadas hasta que en
1806 los dominicos volvieron a la carga de la mano de Fray Miguel Hidalgo y su «Adición apologética» publicada en Sevilla. Un año después aparecía en Cádiz la respuesta
del propio Esquivel35.
Las tensiones entre la tercera orden franciscana y otras asociaciones religiosas seculares venían de lejos. A los frecuentes y, por otro lado, inevitables altercados con muchas
cofradías y hermandades, sobre todo en lo referido al espinoso asunto de la preeminencia
en los actos públicos, se unía una relación ciertamente tensa con aquellas vinculadas directamente a la orden dominica, en especial su tercera orden. Los obstáculos interpuestos
por los predicadores a comienzos del siglo XVII para frenar la expansión del movimiento
franciscano seglar respondían, en gran medida, a la alarma que provocó en el seno de su
orden la entusiasta acogida cosechada por los frailes menores en amplios sectores de la
sociedad de la época. La alternativa fue desempolvar su propia tercera orden e intentar
desacreditar a la de San Francisco. Esta agresiva campaña de propaganda trajo consigo la
necesaria replica por parte de los frailes menores, principales defensores del movimiento
tercero franciscano. La batalla de las letras entre unos y otros se saldó con la victoria de
los hijos del serafín de Asís: la orden tercera dominica nunca alcanzará el nivel de implantación y la influencia social de la seráfica.
31
32
33
34
35
Corvalán, J. La Venerable Orden Tercera, de Penitencia, de N.P.S. Francisco, de la ciudad de Cartagena,
En el pleyto, y en la segunda instancia, con la Cofradía de Iesus Nazareno, sita en el Convento de N.P.
Santo Domingo... sobre la preferencia de lugar, en las procesiones funerales, Murcia 1691.
Hernández, P. P., «Notas de bibliografía franciscana», Archivo Iberoamericano, XXI, 1924, pp. 65-95,
pp. 65-68.
Muñoz, F., Promptuario de las especies, que manifiestan la antiguedad del orden tercero de Señor San
Francisco de Assis, y que fue primero, que el orden tercero de Señor Santo Domingo, Granada 1768.
Esquivel, A., Tercer aspecto de los dos Ordenes Terceros, Franciscano y Dominicano: por el que sin
judicial estrepito se sostiene en su antigua, indubitable precedencia el Orden Tercero Franciscano
respecto al Dominicano, Málaga 1778.
Esquivel, A., Quinto aspecto de los dos Órdenes Terceros Franciscano y Dominico en que se responde
seriamente, sin dicterios a la nueva adicion Apologetica del Rmdo. Padre Maestro Fr. Miguel Hidalgo,
colegial del de Santo Tomas, Cádiz 1807.
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287
Al margen de las publicaciones puntuales relacionadas con cuestiones fundamentalmente locales, una de las primeras obras específicamente compuesta para defender el
status de la tercera orden secular dentro de la Iglesia fue la «Apología en defensa de la
Orden de Penitencia» de Fray Gabriel de Guillixtegui, publicada en Bilbao en 1643. Este
religioso observante había sido guardián de los conventos de Orduña, Bilbao y Castrourdiales, además de ejercer como visitador de la fraternidad bilbaína. Precisamente, tras un
sermón predicado para los terciarios en dicha localidad el día de San Luis rey de Francia,
dijo haber recibido una carta de un supuesto religioso llamado Fray Juan de Jesús María
que ponía en tela de juicio tanto la denominación como orden del movimiento penitencial
franciscano como sus privilegios36. Siendo o no apócrifa la carta, lo cierto es que le dio
argumentos al franciscano para desarrollar un extenso tratado en defensa del carácter de
orden del movimiento terciario así como de su relación directa con San Francisco de Asís.
El religioso señalaba que existían una serie de elementos distintivos de una religión que
poseían los terceros: en primer lugar, una regla aprobada por Roma y, en segundo, un hábito, aspectos ambos con los que contaban. Además, poseían una organización jerárquica
con ministros, coadjutores, discretos, consiliarios, al modo de los religiosos. También
disponían de visitadores para que celasen por el estricto cumplimiento de la regla. Hacían
a los pretendientes información de limpieza, vida y costumbres como las que se hacían
en los conventos. Recibían el hábito con gran solemnidad, existiendo un período de noviciado antes de la profesión. Contaban con maestros de novicios, como los religiosos y
disfrutaban de una gran cantidad de gracias espirituales. Otra razón esgrimida por Fray
Gabriel era el hecho de que, a partir de la regla nicolasiana, como sucedía también con la
de San Benito o San Agustín, habían surgido religiones verdaderas plenamente reconocidas, cuyo caso más evidente era el de la Tercera Orden Regular.
Las argumentaciones esgrimidas por Guillixtegui no son originales; están influidas
por autores anteriores, fundamentalmente Miranda y Carrillo, sobre todo en lo que atañe
a la cuestión de la obligación de la regla a pecado mortal, ya explicada anteriormente. Esa
misma línea argumental será continuada unos años más tarde por Fray Francisco de Buenaventura en su «Espejo seráfico»37. Tanto el uno como el otro, además de defender los
privilegios de la tercera orden emplearon como argumento para potenciar sus excelencias
no sólo la enumeración de sus santos, sino también de personajes relevantes tanto de los
reinos peninsulares como de fuera de ellos. La vinculación del movimiento con monarcas, príncipes o miembros de lo más granado de la nobleza, agudizaba el marchamo de
calidad de la orden. Ese prestigio social, que se potenciaba con las averiguaciones que se
efectuaban a los postulantes antes de acceder al noviciado o con la visualización externa
36
37
Guillixtegui, F. Apología en defensa de la Orden de Penitencia de San Francisco, Bilbao 1643, p. A.
Díaz de San Buenaventura, F., Primera parte del espejo seráfico, destierro de ignorancias y antorcha
contra las últimas dudas que descubrió el discurso: Sacada a vista del mundo para los insignes penitentes
hijos de la esclarecida, siempre venerada y no menos que Seráfica Orden Tercera del Serafín llagado de
la Iglesia nuestro Glorioso P. y Patriarca San Francisco, Santiago 1683.
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ALFREDO MARTÍN GARCÍA: Franciscanismo seglar y propaganda en la Península Ibérica y ultramar
durante la Edad Moderna
de las fraternidades a través del ceremonial religioso público, era un elemento más de
atracción dentro de la sociedad.
La ardiente defensa por parte de los frailes menores de la especial naturaleza jurídica de la Venerable Orden de Penitencia en el seno de la Iglesia fue una constante a lo
largo de los siglos. Sin embargo, la identificación con las religiones aprobadas por Roma
que se observa en la obra de Guillixtegui, no fue la postura más arraigada. A finales del
siglo XVII, el padre Arbiol, no oculta ciertas reservas sobre el pleno carácter de orden de
la tercera franciscana. Los penitentes franciscanos no desarrollaban una vida en comunidad y, desde ese punto de vista, se debían considerar seglares, pero no laicos, dadas sus
obligaciones religiosas que bebían directamente de la espiritualidad de su familia38. Por
tanto, los franciscanos, si bien defendieron el uso terminológico de la palabra “orden”
para definir a su movimiento seglar, se decantaron por una fórmula mixta que lo situaba
en una posición intermedia entre las congregaciones seglares y las órdenes regulares. La
base de la argumentación franciscana se podía resumir en esta premisa: debía denominarse orden por estar aprobada por la Iglesia y conocérsele oficialmente con ese nombre.
Sin embargo, debido a sus especiales características, no podía considerarse religión39. En
suma, y a pesar de los loables intentos de los frailes menores, el status de la tercera orden
siguió moviéndose dentro de unos parámetros un tanto abstractos que favorecían las críticas de sus enemigos. A pesar de esta circunstancia, lo cierto es que el papado y no pocos
prelados mostraron a lo largo de los siglos una evidente simpatía por el movimiento seglar
franciscano, traducida en importantes concesiones espirituales.
Además de los enfrentamientos con otras asociaciones seculares y, en especial, con
las dominicas, en el caso específico hispano se desató una intensa polémica entre las diferentes ramas del franciscanismo sobre la capacidad de cada una de ellas para conceder
hábitos terceros. El conflicto fue especialmente intenso entre observantes y capuchinos.
Desde que Felipe III les permitiera fundar conventos en Castilla, levantando la prohibición de su padre en 1609, y hasta el reconocimiento solemne de Urbano VIII, que los
declaraba legítimos hijos de San Francisco (1627), los capuchinos no se interesaron por
el fomento del ideario tercero40. Sin embargo, a partir de entonces, y muy especialmente
durante la segunda mitad del XVII, comenzaron a repartir hábitos al socaire de la intensa
labor misional desarrollada a través de sus misiones populares. El proceso se intensificó
durante el provincialato del padre Martín de Torrecilla (1675), agudizándose la polémica
con sus hermanos observantes, que se creían con la exclusiva para conceder el hábito
tercero a los seglares. Como en otras ocasiones, el enfrentamiento se desarrolló en dos
ámbitos: en los tribunales eclesiásticos y en las imprentas.
38
39
40
El asunto de la naturaleza jurídica de la tercera orden superó los límites de la Edad Moderna alcanzando
el siglo XX. Sobradillo, A., La Tercera Orden, su regla e indulgencias, León 1940, p. 7.
Carrillo, J. de, Op. cit., p. 586.
Serra de Manresa, V., Op. cit., pp. 96-97.
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289
En el primer campo, los capuchinos se vieron respaldados, en la mayoría de las
ocasiones, por las sentencias favorables de los tribunales. El 31 de enero de 1620 la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares concedía a los capuchinos la facultad de dar
hábitos. Pero no con ello finalizaron las disputas: en 1642 las tensiones afloraron de nuevo
en una querella interpuesta por los observantes del convento de Carrión, que se dilucidó
en grado de apelación ante la nunciatura en favor de los capuchinos. De nuevo, a finales
de siglo, en 1697, el nuncio, en otro proceso, les reconocía el derecho a entregar hábitos
por ser verdaderos hijos de San Francisco41. Paralelamente a esos conflictos en las salas de
justicia, los capuchinos desarrollaron una intensa labor de defensa de sus derechos en una
serie de publicaciones. Algunas fueron compuestas exclusivamente para abordar directamente el asunto objeto de polémica, pero también hubo otras más generales en las que se
traía a colación en algún capítulo. En este frente destacaron escritores de la orden como
los padres Leandro de Murcia42, Francisco Maderuelo43 y, sobre todo, Martín de Torrecilla. La actividad de este último en la defensa de los derechos capuchinos y en el fomento
de la orden tercera fue, realmente, considerable. En 1672 publicaba en Madrid su «Regla
de la Tercera Orden elucidada», que venía a ser un manual práctico para las fraternidades
bajo obediencia capuchina, siguiendo el modelo de las publicaciones observantes –regla,
privilegios, prácticas religiosas, etc.–44. La obra logró imprimirse no sin grandes dificultades, antes los obstáculos interpuestos por los observantes para evitarlo. De hecho, Fray
Francisco Cavanzo elaboró un informe solicitando al Consejo de Castilla la paralización
de su publicación que, finalmente, no se logró. El propio Torrecilla publicó en 1685 una
nueva obra, el «Ventilabro formal, legal, apologético y seráfico», cuyo principal objetivo
era la defensa del derecho de los capuchinos al reparto de hábitos terceros45.
Frente a la publicación de estos libros capuchinos, los observantes no se quedaron
con los brazos cruzados. Autores como Juan del Olmo o Rodríguez Sobarzo –nombre éste
falso– negaban el privilegio que se atribuían los reformados, atacando los postulados de
41
42
43
44
45
Carrocera, B., La provincia de frailes menores capuchinos de Castilla, Madrid 1949, Vol. I, pp. 354-355.
Murcia, L., Llave maestra y escudo de la verdad: explicacion de las Bulas de... Inocencio Dezimo y de
la Santa Cruzada... / con otro tratado en que el autor... defiende... algunas opiniones... de las questiones
selectas regulares, y exposicion de la Regla de. N. P. S. Francisco, Madrid 1650; Breve y clara exposicion,
y declaracion [de] la primera regla de la gl[o]riosa Virgen Santa Clara ...: en que se tratan, y resuelven
muchas dificultades, que pertenecen al estado de las Religiosas de todas las ordenes ..., Madrid, 1658.
Maderuelo, F., Doctrinal Erudición de Terceros: En que con brevedad se les da noticias claras de su
Regla, Privilegios y principales Indulgencias Y para los Terceros Sacerdotes seculares un Epilogo de los
grandes Privilegios que participan de absolver casos reservados, censuras, dispensas irregularidades, y
commutar votos. Con un Modelo, para que los Visitadores Capuchinos los puedan governar con acierto,
sin detrimento de su retiro, Madrid, 1689.
Torrecilla, M., Regla de la Tercera Orden elucidada y resolución de todas las dificultades que se pueden
ofrecer, assí acerca de los terceros, como acerca de la cofradía de la cuerda y de los que traen cuerda
sin ser cofrades, Madrid, 1672.
Esta obra se reimprimirá en 1699 formando parte del cuarto tomo apologético. Torrecilla, M., Ventilabro
formal, legal, apologético y seráfico. Con que se separa lo incierto de lo cierto, y se saca en limpio el
grano de la verdad. Ventílase el derecho de los Capuchinos a la Seráfica Tercera Orden Secular, Madrid,
1685.
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Torrecilla46. A grandes rasgos las objeciones se centraban en los siguientes argumentos:
solamente la primera orden, su ministro general y los prelados que estaban sujetos a él
tenían la capacidad de repartir hábitos y dado que los capuchinos no lo estaban no podían.
En segundo lugar, la religión que quisiera fundar fraternidades terciarias estaba obligada
a visitarlas para corregir y enmendar a sus hermanos «y esto para una religión tan santa
y tan retirada del mundo, es grave inconveniente y puerta para muchas relaxaciones y
distraimientos e inquietudes»47. Finalmente, el hecho de que no pudieran confesar a los
fieles también impedía cumplir con los requerimientos de la regla de Nicolás IV. Pero la
cuestión no se quedó en una mera polémica intelectual; en 1705 los observantes delataron
al Santo Oficio las obras más significativas de Torrecilla, entre ellas la Regla y el Ventilabro, al considerar que contenían ideas que turbaban la paz entre la religión observante
y la capuchina. Pese a las protestas de los segundos, las acusaciones fueron atendidas,
prohibiéndolas, hasta que en 1736 vuelvan a circular libremente una vez corregidos los
aspectos señalados por el tribunal48. Estas tensiones fueron lentamente desapareciendo
en la segunda mitad del siglo XVIII, resignándose los observantes ante lo evidente: los
capuchinos seguirán entregando hábitos y fundando fraternidades.
EL ESTÍMULO DE LAS PRÁCTICAS RELIGIOSAS PROPIAS Y
LA DEVOCIÓN A LOS SANTOS DE LA ORDEN
Al margen de los deberes impuestos a todos los cristianos, los terceros de San Francisco estaban obligados a desarrollar una religiosidad más intensa. En todas las fraternidades del orbe católico a lo largo del año litúrgico existían una serie de celebraciones de
ineludible cumplimiento. Así sucedía con las funciones en honor a los santos terceros,
las del fundador, las celebradas por los hermanos fallecidos, las procesiones del cordón,
etc. La devoción a los santos, beatos y venerables hombres y mujeres de la orden era
una obligación para los franciscanos seculares. Primero porque ellos se convertían en los
modelos a seguir por los hermanos en el camino hacia la perfección que conducía a la
santidad. Y, segundo, porque su apreciable número significaba un elemento más de prestigio que los terciarios no estaban dispuestos a desaprovechar. Posiblemente, los que más
claramente comprendieron ese papel propagandístico que debía ejercer el rico santoral
terciario fueron los franciscanos seglares de Portugal y Brasil. La «procissão das Cinzas»,
46
47
48
Olmo, J. Respuesta apologetica a una apología del M.R.P. Fr. Martin de Torrecilla... en razon, de la
grande autoridad de los prelados regulares, sobre el punto de casos reservados..., Zaragoza 1702;
Arbol seráfico, que con luzes de verdad manifiesta al mundo, la legitima, y nunca interrupta Sucession
por linea recta del Generalissimo de toda la Orden de San Francisco desde el Serafico Patriarca hasta el …
F. Alonso de Biezma ..., Barcelona, 1703.
Rodríguez de Sobarço, J. Instrucción de los terceros hijos de N.P. San Francisco el Grande en su
Tercera Regla y Orden, en su vida, costumbres y constituciones, en sus muchos y grandes privilegios,
indulgencias y jubileos plenissimos de que gozan, Madrid, 1655, p. 250.
Carrocera, B., Op. cit., p. 413.
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que se celebraba todos los años en tiempo de Cuaresma, era un fenomenal escaparate para
hacer llegar a la sociedad el prestigio de la VOT. En esa ceremonia pública participaban
un número significativo de imágenes religiosas, unas de referencia pasional y otras que
representaban a sus santos más importantes.
Todas estas circunstancias explican el destacado número de obras impresas sobre
vidas de santos y personajes relevantes de la orden de penitencia, que suponen un 14% del
total. Solamente hemos incluido en este grupo aquellas obras en las que se hace una referencia explícita a la pertenencia del santo de turno a la orden tercera franciscana. Así, por
ejemplo, solamente hemos seleccionado una publicación referida a San Roque de Montpellier, porque en todas las demás localizadas no se mencionaba su supuesta pertenencia
a la VOT. Por otro lado, no debemos olvidar que la presencia de las biografías mitificadas
de estos varones y mujeres iba más allá de las publicaciones específicas: en casi todos los
manuales y compendios elaborados por los frailes, existían apartados más menos amplios
referidos a estas cuestiones. Incluso era frecuente que en las diferentes crónicas franciscanas de la época se hiciese mención a individuos notables de la tercera orden.
Dejando al margen la manipulación del santoral, aspecto este muy frecuente en
aquel mundo, en las obras localizadas de esta temática se aprecia un marcado predominio
femenino. Este desequilibrio no debe sorprender, puesto que en buena medida este tipo
de publicaciones estaban orientadas a las mujeres, a las que se les ofrecía dos modelos
a imitar. Para las solteras o viudas y para las beatas laicas que portaban el hábito descubierto franciscano, los ejemplos de vida penitentes como Santa Margarita de Cortona, la
venerable Juana de la Cruz o Santa Rosa de Viterbo, resultaban de sumo interés49. Las
casadas, por su parte, podían seguir la estela de, por ejemplo, las dos reinas, Santa Isabel
de Hungría y Santa Isabel de Portugal. Precisamente estas dos últimas, junto con la santa
de Viterbo, son las que cuentan con un mayor número de biografías.
Un 15% de las obras terciarias publicadas estaban encaminadas a estimular o regularizar determinadas prácticas devocionales propias de la familia franciscana, caso de la
corona de la Virgen, el Via Crucis y otras celebraciones en torno a la Pasión, de entre la
que destacaban los ejercicios de disciplina. También quedan incorporadas en este grupo
las novenas en honor a diferentes santos de la orden, desde San Francisco, hasta San Luis
rey de Francia, pasando por Santa Isabel de Hungría, Santa Rosa de Viterbo, etc. De nuevo, debemos repetir lo ya señalado en otras ocasiones: en las obras generales de Miranda,
Arbiol o Torrecilla, entre otros, también había cabida para el fomento de este tipo de prácticas, lo cual no debemos olvidar. Nos limitamos pues a agrupar aquellas obras cuyo fin
principal era el estímulo de una o varias de esas formas de religiosidad o de la devoción
por un determinado santo o advocación mariana. Una de las más tempranas de entre este
tipo de obras fue el «Ramillete espiritual» de Fray Antonio Guijón, publicado en Orihuela
49
Las santas terciarias fueron modelos muy imitados por las beatas laicas en el virreinato de Nueva España.
Rubial García, A. Profetisas y solitarios. Espacios y mensajes de una religión dirigida por ermitaños y
beatas laicos en las ciudades de Nueva España, México 2006, p. 85.
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en 163050. En este libro como en otros posteriores, como el de Fray José Monteys, se hace
especial hincapié en el fomento de la devoción de la Vía Sacra51. La identificación del serafín de Asís con la pasión y muerte de Jesucristo explica la importancia de las celebraciones
pasionales en el seno de la tercera orden. En este contexto, ese santo ejercicio constituía un
excelente recordatorio de aquellos acontecimientos. Al objeto de azuzar los sentimientos
de los fieles, se buscaban textos emotivos que ayudasen a la reflexión pero que también estimulasen su identificación con el sufrimiento de Cristo. Los hermanos de la fraternidad de
San Francisco el Grande de Madrid, a comienzos del siglo XVII, contaban con la enorme
ventaja de tener entre sus filas a uno de los escritores más afamados de la época: en 1624
salía a la luz el «Romancero espiritual» de Lope de Vega, que se componía de una serie de
reflexiones en verso para leer durante el ejercicio del Via Crucis52.
Finalmente, el último gran sector en importancia, es el de los sermones y oraciones
fúnebres. De hecho, se erige en el segundo desde el punto de vista porcentual con un
17% del total53. Dentro de este grupo, y atendiendo a su finalidad, podemos dividir los
impresos localizados en dos tipos: aquellos destinados al estímulo de la vida terciaria y
aquellos otros que se publicaron aprovechando una efeméride determinada, al objeto de
dar visibilidad a la fraternidad de turno. Entre los primeros nos encontramos con sermones dedicados a una festividad señalada de la orden, como el que costeó en 1713 la
fraternidad de México en honor a su patrón San Luis o como el que impartió, en 1741,
el religioso Mathias da Conceição, en la villa de Mafra, a la retirada de la procesión de
la orden tercera. Al segundo grupo pertenecen, entre otros, los sermones pronunciados,
generalmente por frailes menores, por algún acontecimiento relacionado con las reales
personas o personaje relevantes, como el pronunciado en acción de gracias por la feliz
recuperación del rey José I de Portugal, que organizó la fraternidad de Lisboa en 1759.
CONCLUSIONES FINALES
En este trabajo nos hemos aproximado a una realidad hasta la fecha desconocida:
la relación entre el renacimiento de la orden tercera franciscana secular a comienzos del
siglo XVII y el desarrollo de una importante producción impresa. Las obras de diferente
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51
52
53
Guijón, A., Op. cit.
Monteys, J., Via sacra. Cuyo santo ejercicio es propio del tercer orden seraphico. Enriquecida con
varios tesoros de gracias, indulgencias, confirmadas con Bula especial por la santidad de Inocencio
XI, de feliz recordación; y novissimamente con bula especial del Santisimo Padre Papa Inocencio XII,
Barcelona 1699.
Vega Carpio, L., Romancero espiritual para reglarse el alma con Dios y redención del género humano
con las estaciones de la Via Crucis, Madrid 1624.
El resto de grupos tienen ya un papel muy secundario en el contexto general de las publicaciones
terciarias. El 2% corresponden a crónicas o relaciones históricas sobre la orden en general o alguna
fraternidad en particular. Y el 3% restante, agrupado bajo el epígrafe “otros” esconde una serie de
publicaciones de difícil adscripción: publicación de reglamentos económicos, publicidad de obras de
caridad desarrolladas por una fraternidad o su hospital, etc.
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formato y temática relacionadas con la tercera orden cumplieron una serie de objetivos:
en primer lugar, facilitar la organización interna de las diferentes fraternidades, tanto en
lo que tenía que ver con su dirección como en lo referido al desarrollo del ritual religioso
propio del movimiento. A este respecto, la aparición de un apreciable número de vidas
de santos de la orden, constituyó un interesante complemento, al servir de guía para los
hermanos y, en especial las hermanas, que buscaban, a través de la toma del hábito, su
camino hacia la santidad.
Un segundo objetivo de las publicaciones terceras fue subrayar el carácter privilegiado del movimiento en comparación con otras asociaciones religiosas seculares, en
especial las demás órdenes terceras. En este campo, la polémica, sobre todo frente a los
dominicos, estuvo muy presente. Las tensiones fueron también evidentes dentro de la propia familia franciscana, en especial entre observantes y capuchinos, a la hora de dirimir si
los segundos tenían potestad o no para repartir hábitos.
La defensa de las múltiples ventajas espirituales que traía consigo pertenecer a la
tercera orden servía tanto como instrumento de prestigio de cara a la sociedad como de
elemento de atracción de nuevas vocaciones en un universo religioso marcado por la
mentalidad contable.